Hace apenas unos días celebramos como Iglesia dos acontecimientos muy importantes dentro de la liturgia: la solemnidad de todos los santos y la fiesta de los fieles difuntos.
En la actualidad, y en los diferentes momentos de nuestra historia personal, familiar y social, surgen diferentes realidades que despiertan ciertas sensibilidades y generan en nosotros toda clase de sentimientos y reflexiones que nos permiten discutir y tomar posición ante la realidad que nos circunda y nos afecta por las acciones que van en contra de nuestros valores, principios y bienestar; acciones que podríamos denominar como “malvadas” porque intencionalme
Me llama poderosamente la atención el mensaje que la palabra de Dios quiere dejarnos en este trigésimo domingo del tiempo ordinario: “Antes que todo, Es necesario poner la confianza en Dios, antes que ponerla en nosotros mismos”. No es difícil constatar la existencia de personas que le dan mayor valor e importancia a la apariencia antes que a la autenticidad, a la verdad, a la transparencia.
En este mundo que es considerado globalizado en el cual podemos compartir con diferentes personas y culturas; además de conocer en tiempo real lo que sucede en todo el orbe, nos encontramos con situaciones y hechos que pueden ser considerados como paradójicos y por qué no decirlo, contradictorios.
A lo largo de estos meses en nuestro país hemos discutido en diferentes ambiente acerca de lo mejor que pueda pasarle a nuestro país. Seguramente no hemos parado de dialogar y algunas veces "apasionadamente" en la familia, en el trabajo y en la calle sobre las decisiones mas adecuadas que hemos de tomar y que hoy refrendaremos con nuestro voto.
Quiero comenzar afirmando que es evidente que en la actualidad, a pesar de los inmensos esfuerzos que se realizan por erradicar la pobreza, las brechas entre ricos y pobres son cada vez más grandes. Se puede evidenciar y constatar que la riqueza se concentra en unos pocos haciendo que la pobreza sea cada vez mayor y afecte de manera mucho más radical y significativa a un gran número de personas.
Uno de los aspectos que no deja de sorprenderme como ciudadano y como sacerdote es el relacionado con el ejercicio del poder por parte de quien tiene en sus manos la toma de decisiones que afectan a las comunidades. No hay que hacer muchos estudios estadísticos para darnos cuenta que los hombres de todos los tiempos y todas las cultura experimentan situaciones bien complejas en su corazón cuando ostentan el poder económico y político o desean tenerlo.
En la historia de la humanidad encontramos múltiples y variados ejemplos en los que distintas culturas han lesionado seriamente la dignidad humana llegando incluso a situaciones consideradas como barbaries del hombre contra el hombre.
Este mundo contemporáneo vertiginoso y cambiante nos presenta e invita a vivir de diferentes formas realidades relacionadas con la misma vida, la familia, la justicia, la sexualidad, etc.
Reunidos de nuevo en este décimo noveno domingo del tiempo ordinario, la palabra de Dios nos invita a pensar y a reflexionar en dos aspectos importantes para la vida: la fe y la confianza. Bastará recordar nuestro tiempo de colegio para evocar situaciones en las cuales como niños nos comportábamos “juiciosos” cuando contábamos con la presencia del profesor quien como adulto garantizaba el orden y la disciplina.